Ser una oveja tiene que ser interesante desde el punto de vista del anti-stress. Después de haber visto estos días miles (millones) de ovejas, me he dado cuenta que el objetivo del hombre es erróneo; tenemos que reconducir nuestra conducta a algo más parecido a lo que hacen las ovejas, que en definitiva, es ser feliz sin saber que son las prisas.
Si durante media hora me convirtiera en oveja, sabría perfectamente que tengo que hacer: descansar tumbada baja la sombra de los pinos, rumiar y rumiar hasta que no tenga nada más que rumiar, y de vez en cuando emitir algún sonido precoz para decir que ¡ahí estoy yo!.
Pero no sólo eso podemos hacer; también podemos cuidar a nuestros corderitos y protegerlos de los malvados humanos que sólo quieren romper nuestra tranquilidad, y dar a la humanidad esos quesos tan ricos para que sepan que nosotras valemos mucho, por no hablar de la cuajada, ese gran invento presente en nuestra sociedad.
Pero lo que más me sorprendió (y me emocionó), fue, al dar un paseo por unos acantilados perdidos al norte de una isla, y ver una oveja de pie, mirando fijamente a esa línea interminable que es el horizonte del mar, mientras su (presunta) compañera de fatigas estaba a su vera, descansando, como si fuera una estampa de dos enamorados.
En definitiva, no me importaría ser oveja por un rato, pero eso sí, libre como el viento en esas interminables praderas que existen en algún lugar.
miércoles, agosto 02, 2006
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